Solares... qué lugares tan gratos para conversar. Apuntes sobre la rehabilitación relacional en el barrio de las Adelfas
Resumen
La palabra ilusión tiene distintas acepciones, por un lado encontramos su vinculación con la esperanza de que algo se haga realidad, y por otro, la vemos como una mera representación sin realidad detrás, como un holograma. Aprender a poner en juego tanto los anhelos, deseos y esperanzas, como las distintas representaciones que constituyen lo que llamamos realidad, es el saber necesario para arriesgarse a practicar el ilusionismo.
El ilusionismo trata de hacernos creer que algo imposible está sucediendo ante nuestros ojos, que se está desplegando un acontecimiento que ensancha el campo de lo posible. Aplicar esta metáfora a los procesos sociales participativos, y especialmente a quienes los dinamizan, resulta una idea muy sugerente y arriesgada, pues pone en evidencia la inmaterialidad primaria de aquello con lo que trabajamos quienes nos dedicamos a cuestiones participativas.
Todo comienza cuando hay un sujeto individual o colectivo que dinamiza o arranca un proceso, una suerte de chamán al que se le atribuyen determinados saberes y capacidades para alterar la percepción y con ella la realidad. Aunque conviene resaltar que para que haya ilusionismo siempre se debe tratar de una tarea colectiva; sería un ejercicio inviable sin la predisposición de la gente a compartir el proceso, a poner de su parte y dejarse seducir.
Hacer de una experiencia un gesto de ilusionismo social requiere conectar con las esperanzas y anhelos de quienes viven determinadas situaciones en las que se interviene. Debemos llegar a conocer las necesidades presentes, junto a las representaciones de lo que hay y de lo que podría llegar a haber, puesto que estamos obligados a acertar. Un gesto de ilusionismo como diría el Maestro Jedi «se hace o no se hace, pero no se intenta», pues corremos el riesgo de caer en el espectáculo y los simulacros de participación.
Este texto narra alguna de las experiencias de ilusionismo social que hemos construido en nuestro barrio a lo largo de estos últimos años. La situación en la que se contextualiza esta historia es la existencia de un plan de remodelación integral de un barrio (tirarlo abajo y construir encima bajo nuevos parámetros). Una remodelación acompañada de una lucha vecinal por conseguir el realojo en el propio barrio de las personas afectadas y del Centro Social Seco, que era un espacio okupado que llevaba muchos años haciendo actividades en el barrio.