Expandirse cuando se encoge. La catastrófica paradoja del urbanismo madrileño
DOI:
https://doi.org/10.20868/ciur.2015.100.3171Palabras clave:
vida cotidiana, economía mundo, fordismo, desindustrialización, neoliberalismo, Plan General de Madrid de 1985, deuda municipal, espacio social, emancipaciónResumen
Apenas se había aprobado el Plan General de Madrid de 1985 que proponía un “estado de la materia y de la forma urbanas” decididamente inspirado en el bienestar social y en el empleo moderado de los recursos, cuando el hoy casi olvidado decreto Boyer de 30 de abril del mismo año, pone la semilla de un nuevo orden, un nivel de energía tan exigente como quimérico, que negaba radicalmente la armonía social del lugar, la posibilidad misma de la vida cotidiana para entregarse al vértigo de la supervivencia en la alta competición de la economía mundo, según los postulados Thatcher-Reagan.
El difícil equilibrio entre la vida de los ciudadanos y los mandatos de la gran economía, se decantarían enseguida hacia las medidas de liberalización del crédito que abrían de par en par las economías familiares al crédito hipotecario, y con él a una sorda lucha competitiva por la posición exclusiva: en sociedades donde sólo sobreviven los más aptos nadie está conforme con el lugar que la fortuna le ha deparado. Se inauguraba una nueva era, una especie de esquizofrenia social y urbana que iba a alterar profundamente las leyes que habían regido la formación de la ciudad durante la industrialización asociada al bienestar: una especie de nuevo estado de la materia de propiedades imprevisibles impulsado por una abrumadora liquidez de capital dispuesto a financiar la sustitución del agotado cuerpo industrial que se abandonaba, por la construcción de una escenografía, un teatro en el que el drama laboral de la industria fordista, se sustituía por la tragicomedia de escalar la cumbre social por los medios que fueran.