La enseñanza del Urbanismo en Gran Bretaña: pasado, presente y futuro
Resumen
ResumenLa enseñanza del urbanismo en Gran Bretaña ha cambiado considerablemente a lo largo del último siglo. De las múltiples fuentes de influencia, dos en particular tuvieron un impacto determinante sobre su evolución: el informe Schuster de 1950 y, desde los años treinta, los requisitos del Royal Town Planning Institute (RTPI) para conseguir la acreditación. En este artículo estudiaremos ambas influencias en el contexto de la evolución del papel de los urbanistas, antes de esbozar las características principales del nuevo sistema de enseñanza del urbanismo. Es curioso que los padres fundadores del movimiento del urbanismo en Gran Bretaña no fueran urbanistas de formación y que aquellos que más adelante se implicaran en actividades urbanísticas fueran ingenieros, topógrafos y arquitectos. Después de la Segunda Guerra Mundial, la evolución hacia un urbanismo global y el Informe Schuster sobre la enseñanza del urbanismo transformaron la profesión de urbanista, de una actividad basada en el dibujo, a una tarea basada en las ciencias sociales, donde la geografía, la economía y la sociología ocupaban el lugar preeminente. En los años sesenta, sustentado por la teoría de los sistemas, el método del urbanismo procedimental, con su abundante uso de los modelos informáticos, se convirtió en el nuevo “estándar” del gremio de los urbanistas y en el ingrediente clave de las carreras de urbanismo, que ya por entonces se cursaban tanto en el posgrado como en la licenciatura. Esta “edad de oro” desembocó en los años setenta, que fueron un decenio de crisis para el gremio de los urbanistas, criticado por no cumplir con lo prometido. El debate principal giraba en torno a la preferencia ideológica del RTPI, que favorecía las carreras de licenciatura generalistas por encima de las formaciones de posgrado especializadas y de la homogeneización de la competencia urbanística en un momento en el que se solicitaba mayor variedad. De hecho, las nuevas directrices sobre enseñanza del RTPI de 1982, que dividieron los requisitos pedagógicos para todas las carreras de urbanismo acreditadas en “asignaturas troncales” y “asignaturas especializadas”, se publicaron en un momento en que los urbanistas recibían duros ataques al ser vistos como burócratas obstruccionistas. A pesar del redescubrimiento en 1991 de la importancia de los planes de desarrollo en las decisiones de urbanismo, este fuerte ataque dejó marcada la profesión durante dos decenios. Los conocimientos, las técnicas y los valores se convirtieron en los componentes clave de las carreras de urbanismo. En los años noventa, los efectos combinados de varios factores, entre ellos el deterioro de la imagen de la profesión, condujeron a una reducción considerable del número de estudiantes matriculados en urbanismo y al cierre de algunas carreras. En los albores del nuevo milenio, un cambio radical en el urbanismo se había vuelto imperativo. Este tomó la forma de una nueva legislación urbanística, junto con un replanteamiento radical del RTPI y de sus políticas docentes. Su “Nueva perspectiva para el urbanismo”, publicada en 2001, se construyó en torno a la idea fundamental de un tipo de urbanismo que sea espacial, sostenible, integrador, que se guíe por valores y que se articule alrededor de acciones. Esta publicación fue seguida por un informe sobre enseñanza que subrayó las preocupaciones dentro del gremio acerca de la necesidad de flexibilidad en el proceso de acreditación, de un equilibrio apropiado dentro de los planes de estudios entre asignaturas generalistas y especializadas, de la ampliación de la esfera del urbanismo más allá de las cuestiones de uso del suelo, y de programas de formación continuada para urbanistas. Una de las recomendaciones más radicales del Informe era que se reconfigurasen los programas existentes de máster a tiempo completo en dos años, en programas intensivos de 12 meses. Aunque algunas escuelas de urbanismo estuvieran molestas con la idea, todas menos una decidieron ajustar sus carreras a este esquema. El RTPI sugirió que “la enseñanza del urbanismo debería buscar la promoción del pensamiento crítico sobre el espacio y el lugar como la base de la acción o de la intervención”. Se agradece este cambio en las prioridades, pero su éxito no sólo dependerá de una reestructuración radical de los planes de estudios de urbanismo, sino también de una evolución en la cultura de los urbanistas en ejercicio hacia un mayor reconocimiento de que “la competencia exclusiva de los urbanistas reside en su conocimiento de procesos socioespaciales que al interactuar entre sí producen el hábitat urbano” (Friedman, 1998, p. 250).
Abstract
Planning education in Britain has changed substantially over the last century. Amongst the multiple sources of influence two in particular have had a determining impact on its evolution: the Schuster Report of 1950 and the Royal Town Planning Institute’s (RTPI) accreditation requirements since the 1930s.This paper will firstly trace back the influences of these two processes in the context of the changing roles of planners, and secondly outline the key features of the emerging new planning education system. It is ironic that the founding fathers of the planning movement in Britain were not trained as planners, and those who later became engaged in planning activities were engineers, surveyors and architects. However, the post-War move towards comprehensive planning and the Schuster Report on planning education transformed the planning profession from a design-based to a social science-based activity in which geography, economics and sociology took top place. In the 1960s, underpinned by systems theory, the procedural planning method with its extensive use of computer modelling became the new ‘stock in trade’ of planners, and the key ingredients of planning courses, which by now were taught in both postgraduate and undergraduate courses.This ‘golden age’ of planning turned into the 1970s’ crisis for the planning profession, as they were blamed for unfulfilled promises.The key debate on planning education was around the RTPI’s ideological preference for ‘generalist’ undergraduate courses over ‘specialist’ postgraduate and the homogenisation of planning expertise at a time when greater variety was demanded.The RTPI 1982 education guideline, which split the requirements for all accredited planning courses into ‘core subjects’ and ‘specialist studies’, was published at a time when planners were under major attack as obstructive bureaucrats. Despite the rediscovery of the significance of development plans in planning decisions in 1991, this major assault on planning left its scar on the profession for two decades. Within planning education knowledge, skills and values became the key components of planning courses. In the 1990s, the combined effects of a number of factors, notably a deteriorating image of planning profession led to major reductions in the number of students and the closure of some planning courses. By the dawn of the new millennium, the need for a fundamental change to planning had become imperative.This came in the form of a new planning legislation along with a radical rethinking of the RTPI and its education policy.The Institute’s “New Vision for Planning”, published in 2001, was built on the idea of a planning that is spatial, sustainable, integrative and inclusive, as well as value-driven and action-oriented.The New Vision was followed by an Education Report which highlighted the continuing concerns within the profession about the need for: flexibility in accreditation process, an appropriate balance between generalist and specialist planning syllabuses, widening the scope of planning beyond land use matters, and the long life learning for professional planners. One of the Report’s most radical recommendations and the first to be implemented was the re-configuration of the existing two-year full time into intensive 12-month Masters programmes based on cognate or non-cognate entry. Although this raised a degree of discomforts among some planning schools, all schools, except one, decided to adjust their courses on that basis.The RTPI suggested that, “planning education should seek to promote critical thinking about space and place as the basis for action or intervention” (RTPI, 2003, p.1). Whilst this shift of emphasis is welcomed, its success will depend not only on a radical re-design of planning curricula, but also a step change in the culture of practicing planners towards a greater recognition that, “planner’s unique competence is in their knowledge of socio-spatial processes that in interaction with each other produce the urban habitat” (Friedman, 1998, p. 250).
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