Vivir sin coches
Resumen
No existe ya rincón del planeta ni ser humano que se escape de la presencia o de las consecuencias del automóvil; de los más de quinientos millones de coches que pueblan ya la Tierra[3]. Aunque los poseedores de coches siguen siendo una minoría de los 6.000 millones de humanos, los efectos ambientales, económicos, sociales y culturales de sus vehículos abarcan todo el planeta. Nadie queda al margen del calentamiento climático, ni de la contaminación de mares y suelos, ni de la voracidad de recursos exigidos por los coches. Muy pocas son las islas o las montañas libres de la presencia de automóviles.
Vivir sin coches debería ser escrito por tanto entre comillas, con el sobreentendido de que nadie puede sustraerse a la influencia más o menos directa del automóvil. Unas comillas que justifican la aplicación de la idea sin coches a un conjunto de iniciativas como los denominados días sin coches, semanas sin coches, ciudades sin coches, barrios sin coches, vecindarios sin coches. Estas iniciativas, como ahora se verá, buscan con mayor o menor fortuna reformar el rumbo del sistema de movilidad, más que trastocar sus cimientos como se deduciría de una interpretación literal de dicha idea.