Ralph Erskine: la llama no se extingue

Autores/as

  • Carlos Verdaguer Viana-Cárdenas

Resumen

No cabe mejor constatación sobre el autismo que aqueja desde hace décadas al mundo de la élite mediática arquitectónica que el hecho de que Ralph Erskine haya muerto el 16 de marzo pasado a los 91 años sin haber recibido el Premio Pritzker, supuestamente el más prestigioso al que haya podido aspirar nunca un arquitecto vivo. Un premio joven, por cierto, creado en 1979 cuando Erskine ya había demostrado con creces ser una de las figuras más interesantes de la arquitectura del siglo XX. Claro que tal vez sea precisamente su manifiesta ceguera ocasional lo que coloca por fin al Pritzker a la altura de sus hermanos mayores en otras lides como son el Nobel y el Oscar, ya tópicamente famosos por los estruendosos olvidos que han ido minando paulatinamente su fatigoso prestigio. Por otra parte, se puede decir también que a la élite arquitectónica le ocurre cada vez más como al finado Juan Pablo II en estos tiempos descreídos: casi todo el mundo católico reconocía su autoridad y su carisma, especialmente los jóvenes congregantes, pero sólo los más incautos de ellos se sentían inclinados a seguir a pie juntillas sus rancios preceptos sexuales, en este caso estéticos.

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Publicado

2014-05-21