Desertificación y urbanización: el fracaso de la utopía
Resumen
Resulta significativo y aleccionador que sea en la región donde por primera vez surge el urbanismo, la misma zona en la que aparece la primera gran crisis ambiental registrada históricamente, y que ésta resultara en un agudo proceso de desertificación. Como describe Clive Pointing, hacia el 3500 a.C. en la Baja Mesopotamia, en torno al curso final de los ríos Tigris y Eufrates aparecieron las primeras ciudades-estado [Clive Pointing , 1992]. Estos primeros núcleos urbanos, con una población importante, vieron la aparición de las primeras formas de propiedad privada, una aumento de la estratificación social, y el desarrollo de una elite religiosa, administrativa y militar. Este proceso de diferenciación y complejización social tuvo sus bases estructurales en una agricultura de regadío que se hizo cada vez más intensiva. El mantenimiento de una creciente elite, junto a una política expansionista conllevó un proceso de intensificación agrícola mediante el desarrollo de infraestructuras hidráulicas cada vez más complejas. La sobreexplotación del medio produjo la salinización del suelo y la posterior desertificación de la región [Redman , 1992]. Hacia el 1700 antes de nuestra era, los niveles de sal en todo el sur de Mesopotamia eran tan altos que no se cultivaba trigo en absoluto. Y, las antaño fértiles tierras de Mesopotamia a las que se refiere la Biblia, se convirtieron en el desierto que son ahora.
Desde entonces el binomio desertificación - urbanización ha sido una de las constantes en la historia verde del mundo. Ya fuera por la expansión de las ciudades sobre sus hinterlands, ya fuese por la tala de bosques para abrir nuevos campos de cultivo para alimentar a la creciente población urbana o bien para conseguir madera para combustible o con la que levantar sus edificaciones, el crecimiento urbano favorecía las condiciones asociadas a la desertificación. Con el desarrollo experimentado por el proceso de urbanización a partir de la Revolución Industrial y sobre todo por el crecimiento de las ciudades después de la Segunda Guerra Mundial, los efectos de la urbanización sobre el medio ambiente y, en concreto, sobre la aceleración del proceso de desertificación no han hecho más que crecer.