Una brevísima historia de la arquitectura solar
Resumen
Hace unos 2.500 años la cultura griega comenzó a diseñar sus casas para captar la radiación solar durante el invierno. Casi con total seguridad no fue la primera cultura humana en hacerlo. Posteriormente otras personas creerían descubrir por vez primera las ventajas de abrirse (o cerrarse) al Sol. De hecho, no son pocos los que hoy, en las postrimerías del siglo, consideran la energía solar como una extraña fuente energética necesitada aun de bastantes años de investigación y desarrollo antes de tornarse práctica. Sin embargo, espero mostrar con este trabajo como el uso y la consideración del curso del Sol han ido evolucionando a lo largo de miles de años. Esta evolución prosigue hoy; la mejor técnica actual de hoy representa en apariencia una gran mejora respecto a la de hace algunas décadas. Pero si como medida de la eficacia de una técnica adoptamos su generalización cultural, su uso frecuente, en el que se aunen sencillez y fiabilidad, encontraremos que muchas de las técnicas antiguas (inseparables de las comunidades que las dieron vida) exhibieron una eficacia no superada en nuestros días.La tesis principal que deseo enfatizar es la periódica interrupción de la evolución técnica de la arquitectura solar. Veremos que las razones de estas interrupciones se relacionan las más de las veces con una cierta visión cultural del mundo, y en especial con una particular visión del mundo económico. Si traigo a colación este tema, en una ciudad como Lima, casi permanentemente privada de la radiación solar directa, es con el convencimiento de que muchos de los temas que examinaré son extrapolables a otros aspectos de la realidad arquitectónica, ya se trate de la elección de los materiales con que construir, ya de la forma urbana de la ciudad. Espero que al final quede claro que el progreso técnico no es un proceso de acumulación y mejora inevitable del conocimiento: por el contrario, la tendencia dominante es la pérdida de sabiduría, de conocimientos valiosos, que sólo se conservan con un considerable esfuerzo (en ocasiones penoso) de la voluntad de atesorarlos.