El suelo como excusa: el desarrollismo rampante
Resumen
Hablar de las relaciones entre suelo y vivienda invita e incita a adoptar un enfoque económico (y economicista) e intentar comprobar hasta que punto la imparable carestía de la vivienda es debida a los llamados estrangulamientos en el mercado del suelo urbano. Loable y útil intento que seguramente expertos mejor preparados podrán abordar. Este texto tiene un objeto más modesto: se limita a constatar que ante una oferta desbordada, sobredimensionada, excesiva, sin límites ni mesura (y podríamos añadir todos los adjetivos que nos plazca para describir una realidad en la que toda racionalidad, toda noción de cordura, de límite, de freno, de contención, ha sido abandonada), fomentada y alentada en el País Valenciano por una legislación nacida con ese objetivo, los precios del suelo y de la vivienda no sólo no bajan, ni se estabilizan, sino que no cesan de aumentar por encima de indicadores de referencia como pueda ser el IPC, desmintiendo la interesada afirmación de que la falta de suelo es el principal o único responsable de los fenómenos especulativos en el ámbito inmobiliario.
En el País Valenciano, como en gran parte del resto del Estado, vivimos desde hace una década un boom inmobiliario, una oleada urbanizadora sin precedentes. Probablemente no quedará otra opción que esperar a que pase el temporal, para hacer balance de daños y perjuicios: el litoral macizado, el consumo de recursos elevado a cotas que no podrán satisfacerse, el despilfarro de recursos públicos convertido en norma, los mejores suelos agrícolas sacrificados a la vorágine constructora, las bases de una economía histórica (poco espectacular, tradicional, pero creadora de empleo estable, de riqueza durable) quebradas. En fin, una catástrofe nada natural que asola este país (valenciano), satisfecho y complaciente con lo que está pasando.