Piazza Carlo Giuliani, ragazzo

Amador Fernández-Savater

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Resumen


No voy a hacer una reflexión de arquitecto o de urbanista, para la que me faltan todos los recursos del mundo, sino una reflexión política en el sentido más elevado del término: sobre la gestión común de lo común.

Esta perspectiva permite una crítica de la geografía política, podríamos decir modificando el subtítulo de la famosa obra de Marx, esto es, una consideración del espacio urbano no como algo neutral o inocente, sino como base y expresión de proyectos de vida y escenario de conflicto entre proyectos opuestos. El espacio urbano, a nadie se le escapará, no es algo esencialmente instrumental, funcional, dispuesto para la reproducción de necesidades humanas básicas o para una circulación óptima, sino que está compuesto por ejemplo de símbolos, representación de instituciones sociales que exceden la dimensión social de pura supervivencia. Las formas de disposición del espacio urbano expresan o materializan las tendencias generales de la sociedad que la habita. Incluso las calles de las sociedades que han depurado mejor su función simbólica y han sometido mejor el espacio a las exigencias de la pura instrumentalidad (esto es, en cierto sentido, nuestras sociedades) son simbólicas en el sentido siguiente: expresan y materializan el dominio de la economía sobre todos los demás aspectos de lo social.


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