Soria: entre la sostenibilidad y el desafuero

Francisco de Gracia

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Resumen


Resumen

Uno de los sentimientos colectivos más recurrentes en Soria es el de la minusvalía identitaria, algo que cabe resumir así: somos pocos, luego significamos poco. Aforismo que se enuncia dentro de un marco de valores donde el factor despoblación sigue teniendo muy mala prensa, en sentido metafórico y real, dado que los medios de comunicación siempre recogen el aumento de población como un hecho benéfico.

Imaginemos, sin embargo, que las verdaderas señas de identidad de la provincia estuvieran definidas a partir de su relativa despoblación estructural. En Soria, de hecho, nunca hubo muchos pobladores en términos comparativos, y sin embargo su territorio estuvo vertebrado mediante pequeños asentamientos rurales relativamente próximos. En la actual sociedad de la movilidad y de la telemática llama la atención nuestra incapacidad para proponer una alternativa que haga virtud de la baja densidad de población, dentro de ese gran proyecto global que algunos han denominado telépolis.

En la prensa local, como en otros medios, han aparecido estos últimos años numerosos titulares relacionados con el desarrollo sostenible. Se han tratado especialmente dos asuntos paradójicos: la Ciudad del Medio Ambiente y el Foro Soria 21, presentados como dos facetas de una supuesta vocación a favor de un desarrollo responsable y modélico. Sin embargo, esas formulaciones medioambientalistas son encubridoras. No cuadran con el descuido territorial y urbano que se percibe actualmente en los alrededores de la capital, sin ir más lejos, donde encontramos violentas implantaciones industriales a pie de carretera, heridas en el territorio producidas por canteras visualmente llamativas, vertederos convertidos en hitos paisajísticos, así como construcciones que no superan la categoría de chamizo. Presencias tercermundistas, sin duda, de las que no hacemos inventario, pero que incitan a plantear una pregunta: ¿puede ser creíble una apuesta a favor del medio ambiente impulsada por las mismas instituciones que no pueden evitar una incuria urbanística y paisajística tan manifiesta? La contestación no puede ser más que negativa.


Abstract

The undervaluing of their identity is one of the most recurrent collective feelings in Soria. It could be expressed like this: we are few, therefore we are not important.This aphorism is part of a framework of values in which depopulation still has very bad press, both in the metaphoric and real sense of the expression.The media always present the increase of the population as a positive fact. Let us imagine, however, that the identity marks of the province were defined from its relative structural depopulation. In fact, Soria never had a comparatively big amount of inhabitants and, nevertheless, the territory has always been structured through small rural settlements which were relatively close to each other. Considering the current society of mobility and telematics, we present a strange inability to offer an alternative that turns low population density into a virtue, in that great global project that some have called 'telepolis'.

In the last few years, the local press and other media have published lots of headlines related with sustainable development.Two paradoxical subjects have been particularly treated: the Environmental City and the Soria 21 Forum, which have been introduced as two facets of a so-called vocation for a responsible and exemplary development. However, these environmentalist proposals hide other aspects.They do not match the territorial and urban carelessness that can be currently seen in the surroundings of the provincial capital. For example, there are violent industrial complexes next to the road, wounds in the territory caused by visually striking quarries, dumps turned into landscape milestones, as well as buildings that do not even reach the category of shacks.These are thirdworld construction, and we do not wish to make an inventory of them, but they compel us to pose a question: can a commitment for environment be believable if it is made by the same institutions that are incapable of preventing such an obvious urban and landscape negligence? The answer can only be 'no'.


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