Manos sobre la ciudad. La construcción de la hegemonía
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Los participantes en la mesa redonda de la segunda jornada, María Castrillo, Luis Miquel y Fernando Roch, se acercaron en la primera parte del debate al concepto gramsciano de hegemonía. En sus Cuaderni di carcere el sardo identificó dos condiciones que hacían posible el establecimiento de relaciones hegemónicas en el seno de la sociedad: por un lado, la capacidad de la clase en el poder para propagar su propia ideología a estratos sociales con intereses contradictorios con los suyos; en segundo lugar, el «consentimiento espontáneo de la población a la dirección impresa a la vida social» (Gramsci, 1977!) por parte de esa clase. Ambos fenómenos son logrados por los intelectuales al servicio de la clase dominante a través de una práctica política rica en elaboraciones mitificadoras y mistificadoras, generadora de un lenguaje firmemente dirigido a presentar a la opinión pública una ‘realidad’ ideologizada que muestra las decisiones propias como solución a un espectro de problemas minuciosamente seleccionado[2]: aquello que no se quiera mostrar quedará oculto tras el telón del discurso como campo ciego (Lefebvre, 1970), realidades invisibles a todos aquellos que no tengan un contacto directo con ellas. A menudo, además, y según la particular lógica del político profesional, esos ‘problemas oficiales’ no serán más que construcciones a posteriori ideadas para legitimar las intervenciones realizadas.
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