Capitalismo global, resistencias sociales y estrategias del poder (segunda parte)

Ramón Fernández Durán

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Resumen


Al despuntar el siglo XXI, el capitalismo global se enfrenta a una importante crisis de legitimidad que parece que se acelera por momentos. Esta crisis afecta especialmente al conjunto de las principales instituciones encargadas de gestionar (e impulsar) los procesos de globalización económica y financiera: desde las instituciones financieras internacionales -FMI y BM-, a lo que han contribuido de manera decisiva las movilizaciones contra la pasada cumbre de Praga; a la presidencia de la principal potencia del planeta: EEUU, que ha surgido en unas condiciones de dudosa legalidad, suscitando una importante contestación interna y una considerable pérdida de lustre internacional; pasando por unas Naciones Unidas que se verán aún más minusvaloradas por la nueva presidencia estadounidense y que van a ver socavado todavía más su papel, entre muchas otras cuestiones, por el impasse que ha significado el fracaso de la Cumbre del Clima en La Haya, lo que tendrá importantes repercusiones en el corto y medio plazo; y llegando a una UE que intenta convertirse en una superpotencia (cimentada en torno al euro) con cada día menos apoyo social interno y confrontada a un proceso de expansión (al Este) que erosionará sus equilibrios institucionales y derivará, sin lugar a dudas, en un incremento de las tensiones políticas y sociales, lo que contribuirá a un desgaste adicional de su imagen de cara a la opinión pública interna y externa. A este respecto, las pasadas movilizaciones de Niza marcan también un punto de inflexión en el contenido de las actividades de contestación al «proyecto europeo».

Todo ello se produce en un contexto mundial en que se disparan los desequilibrios de todo tipo (económicos, financieros, sociales, político-militares y ambientales), en el que el capitalismo global económico y financiero funciona de una forma cada vez más autista, suscitando un creciente rechazo y despreciando las distintas señales de alarma que indican unas tensiones crecientemente inmanejables y una ingobernabilidad (no antagonista) en ascenso. Como apunta Baudrillard (1993): «Las cosas van cada vez más deprisa a medida que se acercan a su vencimiento, del mismo modo que el agua acelera misteriosamente su fluir en las inmediaciones de la cascada». Nos aproximamos inexorablemente a crisis de proporciones inimaginables. Sobre todo ello intentaremos verter algo de luz a continuación, a partir de lo ya señalado en el texto anterior, con el fin de poder orientar nuestra actividad de resistencia y de transformación emancipadora.


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