Maldita sea la eficiencia

Nicols Fox

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Resumen


Lejos de ser la panacea contra el cambio climático, la eficiencia es la fuerza impulsora de patrones de consumo cada vez más voraces, así como de las consecuencias para la salud y el medio ambiente que acarrean.

A fenómenos como el desprendimiento en los casquetes polares de icebergs del tamaño de pequeños países, el retroceso de los glaciares y el aumento del nivel del mar en las islas del Pacífico, la respuesta de los expertos al cambio climático es prácticamente unánime: «hay que ser más eficientes». Desde la nave industrial hasta la cocina doméstica, hacer las cosas más rápido, con menor consumo de recursos y realizando menos trabajo se ha convertido en la meta universalmente aceptada y en la solución elegida para evitar un mayor cambio climático. Los coches con motores híbridos no gastarán tanto petróleo, los insaciables aparatos eléctricos serán rediseñados para que se conformen con menores raciones de electricidad, el mejor aislamiento térmico significará ahorros sustanciales, y todo esto combinado se traducirá en un menor consumo de energía. En pocas palabras, una mayor aplicación de la eficiencia nos salvará del desastre, sin tener que hacer dolorosos sacrificios ni ajustes en nuestro estilo de vida.

Quien eso crea, pensará también que el uso de computadoras ha reducido el consumo de papel. En realidad ha ocurrido exactamente lo contrario. La facilidad para escribir e imprimir que la informática ha generalizado ha supuesto una utilización de papel mayor que en toda la historia. La eficiencia tiene la costumbre de acarrear consecuencias inesperadas e ininitencionadas.


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