Desánimo o esperanza en un mundo de realidades contrastadas

Eduardo López Moreno

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Resumen


Nuevas evidencias científicas nos enseñan que el cerebro humano planea acontecimientos futuros imaginando que tienen lugar en el pasado. Curiosamente ese ejercicio lo hace en la misma parte del cerebro; es decir, pasado y futuro coexisten en las mismas membranas. Por años la técnica más socorrida para pensar el futuro ha sido precisamente pensar en el pasado. De tal manera que si se quiere analizar prospectivamente 20 o 30 años adelante, se debe pues recular cuando menos 20 o 30 años atrás, sino es que más tiempo.

No hay duda alguna que el análisis de tendencias y trayectorias ha dado buenos resultados para imaginar el futuro, sobre todo en áreas que caminan lento, cambian poco o cuyas transformaciones así sean rápidas son sin embargo predecibles y en cierta forma medibles.

Sin embargo, mirar hacia adelante pensando hacia atrás tiene sus límites. Tal pensamiento lineal deja poco espacio para anticipar algunos de los vericuetos de la historia, restringe la posibilidad de una planeación estratégica prospectiva y constriñe la imaginación. Eventos como el colapso del comunismo, la rápida ascensión de China o la aparición de Internet demuestran que el futuro no resulta de una simple proyección política, demográfica o tecnológica.

El futuro no puede ni debe pensarse o describirse en forma unidireccional; por el contrario, es necesario integrar análisis de posibles certidumbres e incertidumbres, cambios y permanencias, inflexiones y visiones. Es necesario también capturar los rangos de diferentes escenarios e inferir los posibles factores que determinarán el futuro, incluyendo a los actores que tienen la posibilidad de cambiarlo.


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