Arquitectura, economía y ecología

Mariano Vázquez Espí

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Resumen


¿Tiene sentido un análisis detallado de la economía y la ecología en relación con la arquitectura? Está tan de moda lo ecológico y lo sostenible que la pregunta puede parecer retórica. Sin embargo, mi intención va más allá de una moda pasajera, de manera que merece la pena examinar la cuestión con alguna profundidad.

En primer lugar, nótese el parecido entre ambas palabras. La raíz común es el oikos griego, que se refiere al amplio campo semántico encabezado por "casa". La economía, en su sentido primigenio, vendría a ser el conjunto de reglas para el buen gobierno de la casa. Debe notarse que para los griegos de la antigüedad y para otras muchas culturas antiguas y vernáculas, el referente de "casa" era (y es) mucho más amplio que el que hoy manejamos en Europa. Hoy pensamos en nuestra casa individual, separada del resto. Sin embargo, en esas otras culturas, en las que la vida se apoyaba sobre estructuras comunales amplias (como la familia, el clan, la comuna o la tribu), la "casa' era ante todo la casa común y extendía su referencia al poblado, la ciudad y el territorio. De este modo, "economía" era para los antiguos economía doméstica: un conjunto de reglas, local y propio de cada cultura, construido a través del tiempo y en permanente evolución, y aceptado como forma de integración comunitaria.

"Ecología" no tiene un referente tan claro en la Antigüedad (quizá porque la humanidad no se había imaginado todavía fuera de la Naturaleza, quizá porque todo era ecología). Etimológicamente hubiera significado el "tratado de la casa", con todas las connotaciones anteriormente indicadas. Tratado en el sentido de explicación objetiva del funcionamiento y ser de la "casa". Sólo recientemente, con el atrevimiento propio de la moderna ciencia europea y con la consiguiente creencia en la posibilidad de una explicación objetiva, cobró la ecología carta de naturaleza.

Hay una segunda línea argumental para ligar la arquitectura a la economía y a la ecología. Considérese, por ejemplo, el clásico tratado de Vitruvio. Se oye decir a menudo que para Vitruvio la arquitectura debía reunir tres cualidades, a saber, utilitas, firmitas y venustas. Lo cierto es que estas tres cualidades nunca fueron asignadas por Vitruvio a la arquitectura en general, sino a ciertos edificios públicos en particular. Que la conocida como triada vitruviana haya tenido semejante difusión es una historia larga, que tiene más que ver con la fascinación del número tres que con cualquier argumento racional. De hecho, cuando Vitruvio se atreve a intentar un análisis del arte sobre el que escribe, propone entender la arquitectura como compuesta de cuatro elementos: orden, disposición, proporción y distribución. La distribución, en griego oikonomía, consiste "en el debido y mejor uso posible de los materiales y de los terrenos, y en procurar el menor coste de la obra conseguido de un modo racional y ponderado". La economía doméstica queda incluida, por tanto, como uno de los principios rectores de la arquitectura vitruviana, con intensidad pareja a otros tenidos hoy por más arquitectónicos, como la proporción o la simetría.

La proporción vitruviana tiene un sentido más amplio que el actual, e incluye como principio rector la consideración de las relaciones entre la parte y el todo. Estirando los conceptos, este tema de la relación entre las partes y el todo es uno de los centrales en la moderna ecología, y en consecuencia, una hipótesis interesante es que nuestra actual ecología quedaría incluida también para Vitruvio entre los principios rectores de la arquitectura. La hipótesis es plausible: un análisis detallado de la obra vitruviana pone al descubierto el uso de los conceptos de disponibilidad, de autoconstrucción, de rechazo de la riqueza pecuniaria, y de adaptación al lugar, al Sol, al viento o a la luz.

Debe recordarse también que para Vitruvio, el punto de vista de la arquitectura debe ser global, generalista, o en sus propias palabras "la arquitectura abarca como en un círculo todas las ciencias". Una interesante consecuencia de esto (generalmente ignorada u ocultada) es que, para Vitruvio, "todos los hombres y no sólo los arquitectos están en condiciones de juzgar lo bueno". Esta línea argumental fue conservada por algunos tratadistas posteriores, como Alberti y Fray Lorenzo de San Nicolás, pero desafortunadamente la mayoría siguió por otro camino.


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